Acapulco

Acapulco: entre la resiliencia turística y los desafíos estructurales

Durante la Semana Santa de 2025, Acapulco sorprendió a propios y extraños: con un índice de ocupación hotelera del 92.5%, el destino guerrerense no solo logró posicionarse entre los más visitados del país, sino que mostró una imagen de recuperación acelerada, apenas seis meses después del impacto devastador del huracán Otis. Esta cifra, que superó a plazas como Cancún o Mazatlán, fue celebrada por autoridades y empresarios, pero también obliga a mirar más allá de los números y preguntarse: ¿es Acapulco un caso de éxito, o un espejismo que oculta problemas de fondo?

Según cifras oficiales, Acapulco operó en Semana Santa con 15 mil habitaciones disponibles en 274 hoteles, lo que representa aproximadamente el 76% de su capacidad previa a Otis. Este nivel de recuperación no se logró por inercia: ha sido fruto del empuje del sector privado, de la reapertura paulatina de centros de hospedaje y de una agresiva estrategia de comercialización. En palabras del presidente de la Asociación de Hoteles y Empresas Turísticas de Acapulco, José Luis Smithers Jiménez, “la iniciativa privada ha tenido que hacer el trabajo que no llegó por parte del gobierno federal”.

Y es que aunque el éxito vacacional fue incuestionable, el descenso inmediato de ocupación tras la Semana Santa —bajando a 54.9% al inicio de la Semana de Pascua, según cifras de la Secretaría de Turismo de Guerrero— revela una debilidad estructural: la altísima dependencia del turismo estacional. Sin una estrategia clara para atraer visitantes de forma sostenida, Acapulco corre el riesgo de vivir picos turísticos breves, pero con poco impacto a largo plazo.

Acapulco recibe el respaldo de Sectur

La secretaria de Turismo federal, Josefina Rodríguez Zamora, fue una de las voces más optimistas. Reconoció públicamente que Guerrero alcanzó una ocupación general del 94.7%, mientras que Acapulco tocó el 95.2% durante el fin de semana más fuerte de la temporada. Cifras que ayudan a posicionar nuevamente al puerto como un destino competitivo, y que fortalecen la narrativa nacional de una “reconstrucción ejemplar”.

Pero los datos también deben servir como alerta. A pesar del entusiasmo, la infraestructura urbana, el abastecimiento de servicios y la conectividad siguen siendo retos no resueltos tras el paso del huracán. A ello se suma la ausencia de apoyos federales directos al sector hotelero, una queja constante por parte de los empresarios del destino.

Con todo, lo que Acapulco logró no puede minimizarse. Haber recuperado tres cuartas partes de su capacidad en tan poco tiempo habla de una resiliencia operativa, empresarial y social poco común. Si esa voluntad se articula con visión pública de largo plazo —que incluya infraestructura, incentivos y sostenibilidad—, Acapulco podría no solo regresar al mapa turístico nacional, sino redefinir su modelo.

Lo que queda claro es que el turismo de Acapulco no se rindió. Lo sostuvieron sus empresarios, lo impulsaron sus trabajadores, y lo confirmó su capacidad de atracción. Ahora falta que el Estado mexicano esté a la altura.

Scroll al inicio